Todavía extraño sus besos de chocolate, sus caricias de merengue y sus abrazos de dulce de leche. Ella era la persona más dulce del planeta y yo fui excesivamente goloso. Como era de esperarse, terminé convirtiéndome en un adicto a sus mimos. La amaba más que a nada, pero cada minuto que pasaba a su lado significaba un minuto menos de vida. Las calorías de sus caricias, besos y abrazos, eran la principal causa de mi constante aumento de peso. Desde que comencé a salir con ella, engordé a razón de 150 gramos diarios.
Me di cuenta del mal que me hacía cuando dejaron de entrarme los pantalones pero a decir verdad, no le di demasiada importancia. Ella era mi vicio y seguí recurriendo a sus caricias, besos y abrazos hasta que el azúcar no entró más en mi cuerpo. Después del pico de colesterol, me vi obligado a dejarla.
Cindye Molina
Gerente del Proyecto 0424-7144299
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Coordinadora de Prensa
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